Brutal asesinato de un quintero boliviano en Malvinas

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Un vecino rodriguense de nacionalidad boliviana fue asesinado por delincuentes que ingresaron durante la madrugada del lunes en su humilde vivienda del barrio San Bernardo. No hay pistas sobre los autores del crimen ni un motivo plausible para la brutalidad del accionar de los malvivientes.
Inexplicable el sangriento hecho ocurrido el lunes 28 de julio en una precaria vivienda ubicada en la esquina de la calle Corrientes y Lucio V. Mansilla. Una gavilla de delincuentes irrumpió violentamente en la morada de esta familia cerca de las 3 de la mañana de ese día, manifestando a voz en cuello sus intenciones de robo.
El jefe de familia, que descansaba en la humilde construcción junto a su esposa y sus cinco hijos, saltó de la cama y los enfrentó. En el forcejeo, uno de los malvivientes disparó su arma. La bala impactó de lleno en el pecho del hombre, que cayó mortalmente herido. También fue alcanzado en ambos brazos uno de sus vástagos, un joven de 18 años. Inmediatamente los delincuentes se dieron a la fuga.
La misma familia trasladó a los heridos al hospital Vicente López y Planes de General Rodríguez. El hombre que recibió el balazo en el tórax fue ingresado al quirófano, donde los médicos denodadamente intentaron salvarle la vida. Pero el plomo lesionó varios órganos, haciendo infructuoso el esfuerzo de los galenos. Después de agonizar durante 12 horas, finalmente falleció, apenas pasado el mediodía de ese mismo día.
La víctima se llamaba Félix Estrada Soto, de 45 años y de nacionalidad boliviana. Su hijo, Ariel Estrada Quispe fue asistido y posteriormente dado de alta, en medio de la tragedia familiar.
A la casa de Corrientes y Mansilla llegaron móviles del Comando de Patrullas Comunal. También expertos de la Policía Científica, quienes realizaron el relevamiento de huellas en el lugar.
Dos hechos llamaron la atención de los investigadores. El primero de ellos fue que los delincuentes antes de ingresar a la vivienda envenenaron a tres perros que estaban en el predio, lo que señala a las claras una preparación previa por parte de los malvivientes. Por otro lado extrañó a los uniformados las nulas medidas de seguridad de la casa: la puerta de acceso no tenía cerradura ni picaporte. Era trabada desde adentro con una garrafa. Cualquier observador consciente habría advertido la humildad en la que estaba sumida esta familia.
¿Había una importante cantidad de dinero? Las fuentes consultadas descartaron esa posibilidad, en base a los testimonios de la familia de la víctima. Es sabido que la comunidad boliviana, por la actividad económica que mayoritariamente desarrolla de manera informal, no acude a las entidades bancarias ni financieras para depositar sus ahorros. Según los vecinos, los Estradas -que se afincaron en ese terreno hace unos tres años- eran quinteros y trabajan en las plantaciones desde el alba hasta el crepúsculo. Pese al esfuerzo conjunto su acumulación de riqueza era exigua, dada la cantidad de bocas para alimentar. Tampoco se supo de ninguna operación comercial de importancia en las que hubiese estado involucrado Estrada Soto, como la compra venta de algún vehículo. Las pistas para identificar a los autores del brutal ataque son pocas.
Cíclicamente, por períodos que se desarrollan cada dos o tres años, la comunidad boliviana, que generalmente vive aislada de la comunidad en los mismos terrenos que realizan las plantaciones, son víctimas de sangrientos robos. General Rodríguez no es la excepción de una realidad que se palpa en distintos distritos de la provincia de Buenos Aires.